Juan José Omella (Teruel, 1946) ha sido uno de los hombres de confianza del papa Francisco en España, a quien nombró cardenal dos años después de que llegara en 2015 a Barcelona y que llegó a presidir la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Estudió en el seminario de Zaragoza y en Centro de Formación de los Padres Blancos en Lovaina y Jerusalén y en 1970 se convirtió en sacerdote, tras lo que ejerció como coadjutor y como párroco y, entre 1990 y 1996, como Vicario Episcopal en la archidiócesis de la capital aragonesa.
En 1996, fue nombrado obispo auxiliar de Zaragoza, ordenado en septiembre de ese mismo año, y en 1999 fue enviado de obispo a Barbastro-Monzón.
Además, entre agosto de 2001 y diciembre de 2003 fue Administrador Apostólico de Huesca, y entre octubre de 2001 y diciembre de 2003, también de Jaca.
En abril de 2004 fue nombrado obispo de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, de la que tomó posesión en mayo del mismo año, y entre 2002 y 2008 fue presidente de la Comisión de Pastoral Social de la CEE, cargo que repetiría entre 2014 y 2017.
Arzobispo de Barcelona
El papa Francisco, que ya lo había nombrado un año antes miembro de la Congregación para los Obispos, le convirtió en 2015 en Arzobispo de Barcelona en un momento en que Cataluña vivía la efervescencia del llamado ‘procés’, un movimiento independentista alimentado por el Gobierno de la región y otras fuerzas y que acabó con condenas en los tribunales para sus promotores.
Dos años después, durante una visita como arzobispo a la parroquia de la Virgen de los Desamparados de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), Omella recibió una sorpresa que reflejaba que se había afianzado la confianza de Francisco en él: le avisaron de que se convertiría en un nuevo cardenal de la Iglesia.
Ese mismo año, en agosto, tuvo lugar un atentado yihadista en Barcelona y Cambrils (Tarragona) y días después ofició la misa en la basílica de la Sagrada Familia.
«La unión nos hace más fuertes, la división nos corroe y nos destruye», expresó Omella en una ceremonia a la que asistieron el rey Felipe VI y las principales autoridades.
En 2020 se convirtió en el presidente de la Conferencia Episcopal, lo que le convirtió en el máximo representante de la Iglesia en España y permitió a Francisco tener a alguien afín al frente de la institución, hasta que en 2024 fue sucedido por el actual arzobispo de Valladolid, Luis Argüello.
Omella es además miembro del Consejo de Cardenales (el conocido como C-9), organismo consultivo del Papa en el gobierno de la Iglesia Católica.
Un perfil discreto, moderado y pragmático
Pragmático y de perfil moderado, pese a críticas internas de algunos sectores de la Iglesia en Barcelona, tanto del ala conservadora como de la progresista, Omella ha gobernado la archidiócesis sin demasiado ruido hacia afuera, pero con algunas polémicas que han generado cierto revuelo de puertas para adentro.
Una de ellas es la decisión de acelerar la transformación de las parroquias en comunidades pastorales, al agruparlas para ajustarlas a una realidad local en el que el número de fieles ha caído y hay falta de vocaciones, lo que ha generado dudas y cierto rechazo entre bastantes fieles y sacerdotes.
También, sobre el hecho de que se permitiera que en el documento de propuestas hecho por los fieles de la archidiócesis con motivo del Sínodo salieran posiciones contrarias a la doctrina católica oficial, como la posibilidad de estudiar la instauración del sacerdocio femenino o el celibato opcional para los curas.
Cuando cumplió los 75 años, en 2021, edad de jubilación de los obispos católicos, Omella puso su cargo a disposición del papa Francisco, sin que durante su pontificado se llegara a producir ningún relevo.
EFE